Veinteañera, independiente y … ¿a media crisis existencial?


Por Lucero Tovar
Si pudiésemos describir los maravillosos 20 con tres palabras, probablemente escogeríamos divertidos, salvajes y completamente caóticos. Lo sabemos, todos hemos estado ahí y la verdad es que no es como lo pintan, por lo que estamos cansadas de escuchar todas las expectativas ficticias en cada cumpleaños. Aceptémoslo, el mundo está cambiando, ¿no deberíamos nosotras también hacerlo?
Navegar por los 20 es una explosión de emociones desconocidas, dejas atrás tu juventud pero aún no eres un adulto maduro, tu vida profesional “debe” tomar camino pero al mismo tiempo sigues siendo el fan no.1 de las fiestas clandestinas con cerveza barata, las cuentas comienzan a incrementar pero, si eres del gran número de desafortunadas en nuestro mercado laboral, el dinero comienza a apretar y te das cuenta de que la comida no cuesta 5 pesos. Aún con un mundo completamente diferente, las expectativas siguen siendo las mismas: Estudio, título, trabajo, patrimonio, familia e hijos; hasta el subconsciente nos traiciona al “presionarnos” con los mismos ideales.
Oh, vaya que Guillermo del Toro tuvo razón cuando dijo que no hay edad en que nos sintamos más viejos, acabados y cómo si la vida se nos fuese sin hacer nada de provecho como a los 20, porque a esta edad debería tener mi casa y un sueldo de maravilla, ¿cierto? Solemos poner tanto empeño para que el tiempo deje de avanzar tan rápido porque que olvidamos tomar un respiro para asimilar que la vida no avanza igual para todos y que siempre habrá más de donde vino. Y es que nuestra generación no solo ha tenido que combatir los estereotipos de “la vida de casada” sino que ha tenido que lidiar con una de las tasas de depresión y enfermedades mentales más altas de todos los tiempos y es que, cómo no sería así si crecimos en la era donde el estrés se volvió el pan de cada día y en donde crecer o evolucionar a la par del nuevo iPhone era lo más común, por lo que la exposición social online se volvió una ventana hacia nuestras vidas privadas, incluso si nada de eso era real.

De manera muy personal, cuando estudiaba francés, concluía mi certificación de inglés, era voluntaria, tenía calificaciones excelentes, conseguía mi primer “empleo real” y lográbamos el mejor proyecto de investigación para titulación, fue también el momento donde más enferma, delgada y deprimida he estado en la vida, con 47 kilos, insomnio severo, los riñones, estómago y vesícula destrozado y nadando en pastillas, no podía evitar pensar que, si el “éxito” es la clave, ¿entonces por qué nos sentimos así?
Desvalorados, en el peor mercado laboral en años, deprimidas y desesperadas podría ser una descripción acertada a lo que sienten miles y miles de jóvenes veinteañeras si te animas a preguntarles. Todo lo tratamos como una broma, desaparecemos de redes, nos emborrachamos, subimos nuevas fotos, leemos nuevos libros, lloramos, vamos a terapia o regresamos a la misma serie que nos arregla el corazón (así es, primeras temporadas de HIMYM, te estoy hablando a ti) para intentar sentir un poco de lo que perdimos antes de afrontar lo que está pasando en realidad. Entre adulto y no por completo, los 20 son una ventana hacia un mar de diversidad con gente encontrando al amor de su vida y comprometiéndose, iniciando nuevos negocios, familias, mascotas, encontrando el primer empleo, teniendo sexo por primera vez, descubriendo tu identidad u orientación sexual, gente que estudia, embarazándose, la que vuelve con su ex, desempleados, padres, madres, amigos que mueren, gente que vive con sus papás, personas comprando su primer hogar, con el corazón roto, viajando en autobús, comprando un auto o logrando llegar a fin de mes, personas que no saben cocinar y personas que desayunan el mismo cereal desde los 5. Encontrar un camino con el cuál identificarte suele ser proceso tan lento que no podemos simplemente hacer copy-paste de lo que admiramos de nuestro alrededor, pero tampoco podemos fingir que tenemos 10 y mamá arreglará todo.
Así que, cuando alguien vuelva a decirte “¿por qué estás en crisis si apenas tienes 20?”, no pongas en duda tus emociones y mucho menos justifiques tu sentir para tratar de hacerlo sonar lógico, porque no lo es. Sí, todos pasamos por esa edad pero a muchas personas se les olvida que el entorno cambia y que la brecha generacional es amplia, por lo que es iluso pensar que todos pasamos por el mismo umbral. Atravesar esta década no es todo llanto y depresión, también es amistad, amor, crecimiento, independencia, decisiones estúpidas, sexo sin remordimiento, autoconocimiento, exploración y aceptación.
Esta no es una carta para el buzón de quejas de la vida, esto es un reconocimiento y una carta de amor para mis amigas, para mi novio, para todas las veinteañeras del mundo, para ti, que lees esto y logras identificarte, está bien sentirse desoladas y viejas en “plena flor de la juventud”, está bien tomarse un respiro de la vida social y que está bien sentirse un poquito rotas, siempre y cuando no olvides que es tu tiempo, tus decisiones, no dejes que nadie más las tome por ti, puedes ir despacito o a mil por hora. Es tu vida, baila, bebe, besa, rompe y llora, siempre puedes iniciar de nuevo, olvidar a donde ibas y romper nuevos paradigmas.

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